El Enigma de ELA, por qué Algunas Personas Desarrollan esta Enfermedad Degenerativa Incurable

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En este mes, el mundo recibió la noticia del fallecimiento de Bryan Randall. Era un fotógrafo profesional y la pareja sentimental de la actriz Sandra Bullock, a quien conoció mientras fotografiaba en una reunión familiar.

Desafortunadamente, tres años atrás, a la edad de 54 años, le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), también conocida como enfermedad de Lou Gehring en honor al jugador de béisbol estadounidense que la padeció en 1939.

Aunque numerosas personas en el mundo, incluyendo individuos famosos y personas jóvenes y saludables, han sucumbido a esta enfermedad, sus causas aún permanecen en gran parte enigmáticas. No obstante, investigaciones recientes han arrojado algunas señales.

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¿Qué es la ELA?
La ELA es una enfermedad que afecta a las neuronas motoras (células que controlan el movimiento voluntario) y pertenece al grupo de enfermedades motoras-neuronales (MND, por sus siglas en inglés).

Esta patología debilitante y dolorosa provoca una pérdida gradual de las neuronas motoras, resultando en la pérdida de control sobre los movimientos corporales.

Se estima que afecta a alrededor de cinco individuos por cada 100,000 en los Estados Unidos. Afecta más frecuentemente a hombres y se suele diagnosticar en torno a los 60 años, aunque también puede afectar a personas considerablemente más jóvenes.

Aunque la mayoría de las personas sobreviven solo unos pocos años después del diagnóstico, existen casos notables de excepción, como el físico Stephen Hawking, quien padeció una forma de MND desde los 21 años y falleció en 2018 a los 76 años.

Las causas
En lo que respecta al 85% de las personas que desarrollan ELA, descubrir las causas resulta aún más complicado. Cuando alguien es diagnosticado con ELA sin tener antecedentes familiares de la enfermedad, se considera un evento singular y aleatorio, denominado caso “esporádico”.

Investigaciones recientes sugieren que mutaciones genéticas podrían tener cierta relación. Sin embargo, esto probablemente involucra cambios menores en varios genes, en lugar de las mutaciones genéticas drásticas y evidentes presentes en la ELA hereditaria.

Se ha vinculado hasta 40 genes con un aumento en el riesgo de padecer ELA esporádica, aunque esta afección es sumamente rara. Según el tipo de ELA, “la contribución genética a la enfermedad varía entre un 8% y un 60%”, aclara Eva Feldman, profesora de neurología en la Universidad de Michigan.

Factores ambientales
No obstante, se ha encontrado evidencia que sugiere que la exposición repetida y prolongada a posibles desencadenantes ambientales puede incrementar el riesgo de desarrollar ELA, especialmente la variante esporádica.

La presencia de un “exposoma” de ELA, que abarca diversas exposiciones ambientales tóxicas que aumentan el riesgo, ha sido sospechada. Exposiciones prolongadas a contaminantes químicos, metales, pesticidas, partículas en el polvo en trabajos de construcción y aire de mala calidad podrían contribuir al riesgo de ELA.

Neil Thakur, director de la Asociación ALS, afirma que no existe una única causa para la ELA. “Siempre es una combinación de factores”, sostiene. Añade que ciertos estudios sugieren que la exposición a partículas de combustible diésel, combustible de aviación, emisiones de pozos de quema, pesticidas y aerosoles podría incrementar el riesgo.

Profesiones como la militar, expuestas a estos elementos, parecen tener un mayor riesgo. Asimismo, se ha encontrado evidencia que sugiere que la exposición al plomo en el agua, el tabaquismo y deportes de contacto podrían desencadenar la ELA.

A pesar de ello, prevalece la incertidumbre. Estudios que evalúan el consumo de alcohol y tabaco antes del diagnóstico de ELA indican que ser un no fumador abstemio no necesariamente ofrece protección.

Uno de los desafíos para los investigadores en el campo es la rareza de estas enfermedades. En el reducido número de pacientes, no todos están dispuestos o son elegibles para participar en estudios de investigación. Las diferencias genéticas y de estilo de vida también pueden influir en los resultados.

Aunque se identifique un cambio genético en el 4% de los casos, por ejemplo, podría no haber suficientes personas en ese grupo para observar una diferencia clara entre aquellos expuestos a un contaminante específico y aquellos que no lo están.

Se requiere tiempo para reclutar suficientes participantes para un ensayo clínico de ELA, ya que la enfermedad progresa rápidamente y las personas solo son elegibles en las etapas iniciales, señala Thakur.

Feldman también comenta que la investigación sobre el riesgo combinado de factores genéticos y ambientales es un desafío, ya que múltiples genes (posiblemente decenas o cientos) podrían contribuir al “perfil de riesgo poligénico” en la ELA. Este perfil se suma al riesgo genético individual, y se está investigando cómo interactúa con los factores ambientales para causar la enfermedad.

El físico Stephen Hawking es uno de los casos más conocidos de personas diagnosticadas con alguna forma de MND.

Ausencia de cura
Hasta el momento, la ELA carece de cura definitiva. No obstante, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos ha aprobado varios tratamientos que pueden ralentizar su progresión y otorgar más tiempo a los afectados.

Estos medicamentos actúan de diversas maneras, desde reducir niveles de ciertas sustancias químicas en el cerebro y la médula espinal hasta prevenir la muerte de células nerviosas. También se ha demostrado que los tratamientos pueden dirigirse a contrarrestar los efectos de un gen defectuoso específico.

Un ensayo reciente de un fármaco diseñado para contrarrestar la mutación SOD1 ha producido resultados preliminares prometedores.

Además de entender cómo contribuyen los genes y factores ambientales, se necesitan más estudios para determinar cómo aplicar el conocimiento adquirido. “La verdadera pregunta no es por qué las personas desarrollan ELA, sino qué podemos hacer para prevenirla o tratarla”, concluye Thakur.